22 de marzo de 2009

Esencia del pensamiento latinoamericano, de Carlo Palmese

Resumir o sintetizar el pensamiento latinoamericano es una hermosa tarea digna no sólo de especialistas, sino de toda persona interesada en conocer a profundidad sus raíces.  Consciente de la magnitud de este análisis, lo dejaré para iniciativas futuras.

En esta ocasión, me referiré a lo que algunos pensadores han llamado su esencia, y específicamente me referiré a la exposición del maestro de generaciones Leopoldo Zea, en uno de sus libros más importantes “El pensamiento latinoamericano” y especialmente al tema “El latino americano y su conciencia histórica”.

Zea, basado en el sistema dialéctico de comprender la historia como una evolución de Friederich Hegel y en los análisis posteriores de José Ortega y Gasset en su libro “La historia como sistema”, comprende que el latinoamericano se encuentra estancado en su historia.

En este sistema de comprensión de la realidad, la historia es un proceso evolutivo en el que las contradicciones entre los actores en el modo de entender los eventos sociales o los intereses grupales, los llevan a planteamientos más evolucionados, entrando así en un proceso de tesis y antítesis interminable.

Los latinoamericanos a diferencia del resto de los países occidentales (con pocas excepciones, entre las que están España y Rusia) no han entrado de lleno en este proceso.

Mientras que los otros, al pasar por diferentes etapas: Feudalismo, monarquía, republicanismo y democracia (sustentadas en el Renacimiento, liberalismo, positivismo, utilitarismo, humanismo, etc.) han vivido plenamente cada una de ellas y posteriormente la han asimilado, haciéndola parte de sí mismos, viviéndola en su totalidad, de manera que no se desee seguir siendo lo mismo o volver a serlo y nazca de manera natural el deseo o la necesidad de cambiar por algo mejor. Esto es en el decir de Hegel “haciéndola parte integral de su conciencia”.

El latinoamericano al rechazar su propia historia, al repudiar lo que se ha sido, al no aceptar su calidad de indígena, esclavo, mestizo, colonizado y colonizador  y pretender ser lo que no es, copiando la manera de ser de otros, tratando de olvidar su pasado y rechazando su esencia, tratando de construir un futuro sin pasado, ha estado anclado en la historia sin entrar en el proceso que le permita evolucionar: Nosotros todavía no aceptamos lo que somos, convivimos sin asimilar, con pensamientos medievales de linaje y aristocracia racial, no mental como la aristocracia platónica.

Aún en nuestro subconsciente colectivo vive el esclavo, somos al mismo tiempo liberales, aunque no estemos dispuestos a aceptar las responsabilidades que esa libertad conlleva, aún vivimos con reminiscencias de las hordas primitivas, buscando, no un líder, sino un caudillo.

Hemos pretendido al mismo tiempo ser republicanos y aún no comprendemos como sociedad lo que eso significa; aún llevamos al aventurero improvisador del íbero en nuestras venas, al ser heroico fugaz dispuesto a grandes hazañas que muestren su grandeza, sin la constancia, el compromiso y el tesón del que nos habla el sociólogo brasileño Sergio Buarque de Holanda en su libro “Raizes do Brasil”.

Según estos pensadores y otros más, el latinoamericano en su conjunto no tiene conciencia histórica, porque sólo la ha memorizado de los libros de historia, no la ha vivido en un proceso natural de aprendizaje que posibilite su síntesis (valoración según Benjamín Bloom, negación según Hegel).

Por supuesto que en Latinoamérica siempre ha existido una elite intelectual de formidables hombres y en nuestra historia contamos con magníficos próceres: Bolívar, Martí, Morazán y tantos otros, pero nuestra colectividad los ve como seres extraños, inalcanzables y distantes. Todavía nos siguen pesando en el subconsciente las teorías de Darwin, la idea de la superioridad racial es para nosotros una pesada cruz y no nos sentimos capaces de igualar o superar el accionar de estos hombres.

Para mejorar el entendimiento de la dialéctica como herramienta de comprensión de la realidad social, creo conveniente que recordemos los diferentes actores sociales y su influencia en el desarrollo, mantenimiento o retroceso social, clasificándolos para el caso por el espíritu de sus ideas:

El conservador  cumple la función de proteger los logros alcanzados o el grado de desarrollo actual, defendiéndolo, tanto de los cambios bruscos, los que se presentan de dudosos o inconvenientes resultados, como de la pérdida de lo logrado por medio del regreso a estructuras anteriores.

El revolucionario cumple la función de promover cambios que estima mejorarán la sociedad alcanzando mayores niveles de justicia, bienestar, libertad, etc. Se subdivide en el revolucionario romántico y en el estoico. El primero suele ser guiado por la emoción y puede caer fácilmente en el fanatismo alejándose de la realidad; el segundo tiene mayor influencia de la experiencia y suele promover cambios graduales y experimentales, teniendo mayor posibilidad de alcanzar sus objetivos.

El retrógrado, bastante incomprendido en los últimos siglos, tiene la seguridad de que en el pasado existían estructuras sociales superiores y que para mejorar debemos regresar a ellas. Su pensamiento se fundamenta, consciente o inconscientemente en la experiencia de que las sociedades no siempre han evolucionado, sino que muchas veces han retrocedido, como en el caso de la civilización griega, la caída del imperio romano, la llegada del oscurantismo, etc. Se opone al positivismo que establece que la humanidad ha avanzado en su desarrollo.

En el pensamiento latinoamericano estos actores carecen de suficiente fuerza para movernos, ya que como sucede de manera análoga en las leyes de la física, en las que todo cuerpo necesita una base para impulsarse; en la historia, que es movida por la fuerza de las ideas, se necesita conciencia plena de donde estamos y lo que somos.

Todos estos tipos de pensamientos son influenciados por la filosofía utilitarista y por la ausencia de valores éticos.  En estos casos el individuo o las fuerzas sociales pretenden el mejoramiento propio y no de la colectividad.

Es importante también hacer notar que los grupos y los individuos no pueden ubicarse estrictamente en alguna de estas clasificaciones, ya que grupos e individuos son combinaciones de cada una, estereotipar sería caer en error por simplicidad.

La dialéctica, como una simple  herramienta, puede usarse para diferentes objetivos como el de promover desarrollo o puede convertirse y se ha convertido en algunos casos en instrumento ideológico. Es de gran utilidad cuando la aplicamos a períodos o sociedades específicas. El enfoque que los pensadores mencionados al inicio de este ensayo le  han dado, ha sido el de instrumento de análisis de la realidad aplicada al pensamiento latinoamericano y tiene como objetivo la comprensión del problema como elemento básico para la búsqueda de soluciones.

La emancipación mental, ese proyecto de Andrés Bello, Domingo Sarmiento, Victoriano Lastarria y Francisco Bilbao entre otros, tendríamos que plantearla aceptando como nueva raza lo que somos, sin complejos, sin sentirnos superiores o inferiores al mosaico de culturas que la conformamos o cualquier sociedad del mundo, aceptando lo que somos como posibilidad de lo que podemos ser, entendiendo nuestras diferencias como fortalezas intrínsecas de lo que  se es, sintiéndonos orgullosos de lo que somos, no de lo bien que imitamos a otros que consideramos superiores.

Escarbemos en nosotros mismos, en nuestra historia como indígenas, como esclavos, como iberoamericanos, buscando en el fondo de nuestro ser nuestros valores, fortalezas y nuestra identidad y partiendo de esa conciencia planeemos nuestro futuro.

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