13 de diciembre de 2008

Diálogo con Francelia, poema mío

Diálogo con Francelia, cuando estudiaba maestría y le daba muchas vueltas a las cosas. Flauta.

 

Francelia me dijo: –Defina flauta-.

La quería. Ensayé un espejo

danés, italiano, en México. Viejo

arquetipando descifrar la pauta

 

tarde ya. La conocí cuando estudié

maestría en ojos, como los suyos que van,

caen. Ya por el fondo del cilindro están:

clavecita tus ojos que escucharé.

 

“-Hamelin, a las claves de tu flauta

yacería, pero no Dinamarca

ya que Italia, espejo mexicano,

 

clave y para tí doble escuela y pauta...-”

-¡Ya defina!-. –“Flauta es tus ojos, marca

parecida. El cilindro es en vano.”

 

Jair García-Guerrero

9 de diciembre de 2008

cómo llamarle a Dios

el conflicto del género de Dios puede resolverse así: llamémosle Diose, como el eclipse, que no sabemos si es macho o hembra, o el hombre, que es ambas. Sin pretender buscar el Nombre que es la Clave, la Cifra, el Orden y la Llave, propongo que le llamemos Diose a Dios, para así ya terminar con el debate, que si Dios es macho o hembra: Diose es todo.

Oración a Diose:

Diose nuestr@, que estás en el cielo, santificado sea Su nombre. Que venga a nosotros, en especial a los de Guadalupe Nuevo León Su reino, y que se haga Su voluntad así en México como en el Cielo. Danos hoy el pan, y la tortilla y demás alimentos nuestros de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros, bueno a veces no pero intentamos, perdonar a los que nos ofenden. No nos deje caer en tentación, a los que no tienen dales pan, y a nosotros danos hambre y sed de Ti. 

Amen.

Sí: ¡ámen!

19 de noviembre de 2008

tarea

un poema en el que no utilicen palabras (sustantivos) de significado
> abstracto (soledad, vacío, tiempo, etc.), sino sólo palabras que aludan a
> objetos naturales (perro, mesa, manzana, etc).
y algo de teoría:
> Al escribir un poema: "1. Tratar la 'cosa' directamente, ya fuese subjetiva u
> objetiva. 2. Prescindir de toda palabra que no contribuya a la presentación.
3. En cuanto al ritmo: componer (escribir) siguiendo una secuencia análoga a la
> de la frase musical y no en una secuencia de metrónomo. "No emplees
> expresiones como 'nebulosos territorios de paz'.
> La imagen se oscurece. Se mezcla una abstracción con lo concreto. Este error
> se debe a que el escritor no se da cuenta de que el objeto natural es siempre
> el símbolo adecuado" (Ezra Pound, El arte de la poesía, trad. J. Vázquez
> Amaral. Joaquín Mortiz, México, 2° ed. 1978, pp. 7 y 9).
Yo no puedo estar más de acuerdo. No me gustan los poemas oscuros, como en
clave, en los que no encuentro de dónde agarrarme.

29 de octubre de 2008

Adct al pulgar

Poco a poco he desarrollado una nueva adicción. Apareció sigilosamente y se
instaló en mi abanico de hábitos, del que ahora es una varilla más, y todo
sin que me diera cuenta. Descubrí esa varilla ayer, cuando me sorprendí
valiéndome de mi pulgar para liberar una ansiedad. Vino con la insolencia de
una gata que un día decide parir en el jardín de tu casa y, unilateralmente,
allí resuelve alojarse.

Lo hago en la parada, en la sala de espera, mientras miro tele, incluso al
hablar por teléfono. Cuando debo llenar un espacio, una incomodidad. Si no
sé qué hacer con las manos, no tengo bolsillos, estoy en una fiesta y me
quedé sola. Entonces me viene la comezón en los dedos. Me armo con mi
celular y mis pulgares se ponen a escribir un mensaje de texto.

Soy la histérica que anda por la calle dale que dale con el telefonito; la
que escucha su ringtone, saca el aparato de la cartera y mira su pantalla
sonriendo en silencio. A veces se establece un buen contrapunteo, tan
frenético que se descoordina la conversación, como sucede en el chat
original: un caos dialógico en el que si ambos escriben a ritmos distintos,
uno habla y el otro hace acotaciones a los comentarios que ya quedaron 10
líneas más arriba.

No hay que saludar, preguntar cómo sigue la abuela, responder que la
impertinente gata ya parió, despedirse. Se trata de desarrollar el arte de
ir al grano. ³¿Venís?², punto. Se imprime. ³Mañana en mi casa². Listo. O
mejor: ³Mañ en m ksa². Clarísimo. Incluso, si se trata de socializar, vale
un ³¿todo bien?². El destinatario responde ³brbro² y fin de la historia.
Perfecto para la gente ocupada que desea mantener a flote sus amistades sin
dedicarles demasiado tiempo un jueves a las 4 de la tarde.

En unos años la literatura le hará espacio a este nuevo género, expedito,
directo, telegráfico, de decodificación intuitiva. Y algún estudio de
Pittsburgh revelará que los mensajes de texto aumentan los niveles de
dopamina. Por eso dirá , no podemos parar ante el desafío psicofísico de
mejorar la velocidad, perfeccionar la técnica, descubrir nuevas plbras q
pdrían cortarse sin q s pierda la cmprensión; manejar ágilmte el pulgr q
corre, impetuoso como una hormiga, sobre el tecldo. En fin, soy adct al msn
d txt. Bso.

PD: Gata murió atropelld, ante trgdia adpté gatitos.

15 de octubre de 2008

El loco, de Antonio Machado

El loco
 
Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
 
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura
va el loco, hablando a gritos.
 
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones,
y ruinas de viejos encinares,
coronando los agrios serrijones.
 
El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera.
Es horrible y grotesca su figura:
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.
 
Huye de la ciudad... Pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
de chulos aburridos, y ruindades
de ociosos mercaderes.
 
Por los campos de Dios el loco avanza
tras la tierra esquelética y sequiza
‹rojo de herrumbre y pardo de ceniza ‹
hay un sueño de lirio en lontananza.
 
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
‹ ¡carne triste y espíritu villano!‹.
 
No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.
 
 
 
De: Campos de Castilla
 
 
ANTONIO MACHADO

7 de octubre de 2008

A pesar de los escombros, de Oscar Wong

A PESAR DE LOS ESCOMBROS
 
A Penélope,
que teje y desteje los anhelos.
 
 
Del cristal
de la roca llagada por la esquirla
del seno derecho que amamanta
del izquierdo también
del niño aquel con el muñón sangrante
del rastro que se hereda y se trasplanta
vengo a instalar la parte que me toca
vengo a ungir la Luz, aire que mueve el girasol danzante,
tierna brizna que asoma ­todavía- a pesar de los escombros.
vengo a clamar por el viento que agita las entrañas
y la armonía que nace a cada golpe de la aurora.
 
            Pero viene el rumor, el polvo trepidando
            en cada brazo.
            Un gruñido me pone sobre aviso. Ahora lucho,
            muerdo, grito. El mazo acaba con mi lanza,
            rasgan mi yugular colmillos poderosos.
            ¡Aúlla, animal, aúlla!
            Arroja tu violencia sobre mi hambre.
            Que la muerte se instale en este movimiento
            borrado por la Historia. Que la muerte repita
            sus pisadas.
 
Te digo: soy tu manto, un pedazo de piel como al descuido,
un animal en tu costado.
Soy aquel protohombre husmeando tu cadera,
por eso gruño en cada beso que derramo.
 
Quiero decir, Amor, que el alba esparce su alegría.
Quiero gemir que soy este que soy.
 
            Pero vienen mil gritos. Metales claman
            rabiosos su venganza.
            He llamado a los dioses día y noche.
            Nadie escuchará mi voz, mi angustia cuando vea a mi pueblo
            sepultado.
            La locura vuelve a sonar en mis oídos.
            Escucha al caballo encabritarse.
            Mira la muerte que viene en sus entrañas.
            (Paris, se agazapa el Imperio
            en los muslos de tu Amada).
 
Vuelvo el rostro a la calle. Me miro reflejado
en el cristal.
De qué sirve el candor, de qué mis brazos, mis puños
que amenazan a la piedra.
¿A dónde, Amor, dirigiré mis pasos?
¿En qué recodo oscuro de la Historia
sepultamos la ternura?
 
            La danza de la suerte ejecuta sus giros
            en medio del quebranto. Las luces en la noche
            presagian tempestades. Dónde aguardará
            mi pueblo tu retorno, Oh Serpiente Escondida
            entre la Pluma.
            Pero llegan tamemes cargando oscuridad.
            Ahora los dioses cabalgan hacia nosotros
            Con el trueno que mata en cada mano.
            Ni felchas ni lanzas de obsidiana pueden
            Con la Tribu Divina. Moriremos.
 
Te digo, Amor, que estás en lo que toco.
Te sigo en cada movimiento.
Que tus cabellos que tremolan en medio del desastre.
Te amo, Amor, con todo el odio del siglo que me toca.
 
Es cierto: no preciso de mí, sino de ti. Por eso aguardo
tu sonrisa, tu voz que resuena como si fuera la primera Voz
sobre la Tierra. Tu voz, zureo de paloma.
Pido clemencia por cada niño que llora.
Yazgo en cada vertiente de ti. Sucumbo
cuando arrojas tus lazos sobre el mundo.
¿De que me sirve ser si no soy
cuando adviene este silencio?
¿De qué la Historia si volvemos
-vuelta y vuelta a la noria-
a instalarnos en lo absurdo?
 
            Del cielo viene el odio en llamaradas.
            Un tajo brutal cercena el movimiento.
            ¿A qué Hiroshima interrogamos?
            ¿En dónde, Nagasaki, escondimos la vergüenza?
 
Viene mi Padre con su voz entera a cobijarme.
Viene el candor en cada vientre que ahora crece:
El mundo nace en cada aurora.
Y me lleno de ti, sepulto la agonía.
Retomo la Luz. Abro mis manos para estrechar
la potestad y la ventura.
Sé que las Historia se transforma,
pero canto para decir tu nombre en medio del desastre.
 
Miro los escombros. Tejo y destejo
el mar y la montaña. Soy este hombre con el fusil a cuestas
y la esperanza en cada mano circulando como un río.
 
Soy el cristal y el muñón. El aire girasol
que irrumpe en la mirada.
 
Óscar Wong

15 de septiembre de 2008

The Joy of Writing, de Wislawa Symborska

The Joy of Writing

Why does this written doe bound through these written woods?
For a drink of written water from a spring
whose surface will xerox her soft muzzle?
Why does she lift her head; does she hear something?
Perched on four slim legs borrowed from the truth,
she pricks up her ears beneath my fingertips.
Silence - this word also rustles across the page
and parts the boughs
that have sprouted from the word "woods."

Lying in wait, set to pounce on the blank page,
are letters up to no good,
clutches of clauses so subordinate
they'll never let her get away.

Each drop of ink contains a fair supply
of hunters, equipped with squinting eyes behind their sights,
prepared to swarm the sloping pen at any moment,
surround the doe, and slowly aim their guns.

They forget that what's here isn't life.
Other laws, black on white, obtain.
The twinkling of an eye will take as long as I say,
and will, if I wish, divide into tiny eternities,
full of bullets stopped in mid-flight.
Not a thing will ever happen unless I say so.
Without my blessing, not a leaf will fall,
not a blade of grass will bend beneath that little hoof's full stop.

Is there then a world
where I rule absolutely on fate?
A time I bind with chains of signs?
An existence become endless at my bidding?

The joy of writing.
The power of preserving.
Revenge of a mortal hand.



By Wislawa Szymborska
From "No End of Fun", 1967

Margarita, de Rubén Darío

Rubén Darío
 
Margarita
 
¿Recuerdas que querías ser una Margarita
Gautier? Fijo en mi mente tu extraño rostro está,
cuando cenamos juntos, en la primera cita,
en una noche alegre que nunca volverá.

Tus labios escarlatas de púrpura maldita
sorbían el champaña del fino baccarat;
tus dedos deshojaban la blanca margarita,
«SíŠ noŠ síŠ noŠ» ¡y sabías que te adoraba ya!

Después, ¡oh flor de Histeria! llorabas y reías;
tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo;
tus risas, tus fragancias, tus quejas, eran mías.

Y en una tarde triste de los más dulces días,
la Muerte, la celosa, por ver si me querías,
¡como a una margarita de amor, te deshojó!

30 de agosto de 2008

2 poemas de Wong

CONTUNDENCIA DE LA PIEDRA
 
Entre el ojo y la luz crepita la bruma,
la humedad, violenta, se contrae.
 
El clamor del mundo se revuelve ante la umbría,
la vacuidad, desconsolada, retrocede.
 
Más densa que la piedra
la mediatarde se rebela, resuena en la colina.
Y el polvo, cual terco amanecer,
reclama los espacios.
 
El musgo artero recubre la mirada,
chisporrotea el vacío.
 
Como una Luna estéril la niebla se sonroja,
el crepúsculo desciende cual lluvia taciturna
y la ceniza llena el tacto iridiscente.
(La sombra, melancólica, enmudece tras la fronda.)
 
Zumba la perfecta mansedumbre de la estrella
: precipitado espacio.
 
Ahora invoco al trueno humedecido,
palpo la sacra contundencia de la piedra,
la vastedad brumosa del océano.
 
Ante mis ojos el mundo prevalece.
 

 
RUBOR PETRIFICADO 
 
Ante la hierba la mirada se complace
: respira el mundo cual anciana vigorosa
(el instante reverbera).
Aunque mi corazón evoca el origen inmutable
de la piedra,
el eco vehemente de la sangre,
la avidez, artera, derramándose.
 
Perdurable espiga
esa muchacha ondula radiante
ante mis ojos.
 
Por la frágil limpidez de sus pupilas
voraz
la eternidad asoma.
 
Bajo el verano prevalece el furioso cabalgar de la lujuria,
el rubor petrificado.
 
La Luna Nueva me ofrenda su alborozo,
sobre las rocas la espuma se congrega.
 
Urdimbre.
 
Mortecino movimiento.
 
Ante el sordo bramido del abismo la turbación
se postra.
 
Ruge la negrura, devasta el firmamento.
 
Titubean las tinieblas.
 
Turbulento manantial
: infinitud,
la pétrea condición del horizonte
que renace.

25 de agosto de 2008

de Joseph Conrad

El humor del capitán
 
Algunos capitanes de barco marcan su Partida de la costa nativa
contristados, con un espíritu de pesar y descontento. Tienen mujer, tal vez
hijos, alguna querencia en todo caso, o quizá solamente algún vicio
predilecto que debe dejarse atrás durante un año o más. Sólo recuerdo un
hombre que deambulara por el puente con paso ligero y anunciara el primer
rumbo de la travesía con voz alborozada. Pero aquél, como supe más tarde, no
dejaba nada tras de sí a excepción de una maraña de deudas y amenazas de
acciones legales. 
 
En cambio, he conocido a muchos capitanes que, en cuanto su barco abandonaba
las estrechas aguas del canal, desaparecían enteramente de la vista de la
tripulación durante tres días o a veces más. Realizaban, por así decirlo,
una prolongada inmersión en su camarote para emerger tan sólo unos cuantos
días después con un semblante más o menos sereno. Solían ser los hombres con
los que resultaba fácil llevarse bien. Además, un retiro tan absoluto
parecía indicar una satisfactoria dosis de confianza en sus oficiales, y que
se confíe en él es algo que no desagrada a ningún marino digno de ese
nombre. 
 
En mi primer viaje como piloto o segundo de a bordo con el buen capitán Mac
Whirr, recuerdo que me sentí muy halagado y fui a cumplir alegremente con
mis obligaciones al quedar como capitán a todos los efectos prácticos. Sin
embargo, por muy grande que fuera mi ilusión, lo cierto es que el verdadero
capitán estaba allí, respaldando mi seguridad en mí mismo, aunque
permaneciera invisible a mis ojos tras la puerta de su camarote chapeada de
madera de arce con picaporte de porcelana blanca.
 
Ése es el momento, después de haberse marcado la Partida, en que el espíritu
del capitán se comunica con uno en una voz amortiguada, como si proviniera
del tabernáculo de un templo; porque, llámeselo templo o "infierno flotante"
­como han sido llamados en algunos barcos-, el camarote del capitán es sin
duda el lugar augusto de todo barco.
 
El buen Mac Whirr ni siquiera salía para las comidas, y se alimentaba
solitariamente en su sanctasantórum por medio de una bandeja cubierta por
una servilleta blanca. Nuestro camarero solía dirigir miradas irónicas a los
platos completamente vacíos que iba sacando de allí. Esta apesadumbrada
añoranza del hogar, que acongojaba a tantos marinos casados, no privaba al
capitán Mac Whirr de su legítimo apetito. De hecho, casi invariablemente, el
camarero se llegaba hasta mí, sentado en la silla del capitán en la cabecera
de la mesa, para decirme en un grave murmullo: "El capitán solicita otro
trozo de carne y dos de patatas". Nosotros, sus oficiales, le oíamos moverse
en su litera, o roncar levemente, o lanzar hondos suspiros, o chapotear y
resoplar en su cuarto de baño y, por así decirlo, le pasábamos nuestros
informes a través del ojo de la cerradura. El supremo exponente de su
carácter afable era que las respuestas que recibíamos las daba en un tono
sumamente apacible y amistoso. Algunos capitanes están siempre gruñendo
durante sus períodos de reclusión, y el mero sonido de la voz de uno parecen
tomarlo como una ofensa y un insulto.
 
Pero un recluso gruñón no importunará a sus subordinados, mientras que el
hombre con un gran sentido del deber (o quizá sólo sentido de la propia
importancia) que se empeña en airear su malhumor sobre cubierta el día
entero -y tal vez la mitad de la noche- se convierte en un penoso tormento.
Se pasea por la popa lanzando miradas sombrías, como si quisiera envenenar
el mar, y te hecha una amonestación feroz en cuanto aciertas a equivocarte
al alcance de su voz. Estas arbitrariedades son tan difíciles de soportar
pacientemente, como atañe a un hombre y a un oficial, que ningún marino está
realmente de buen humor durante los días iniciales de una travesía. Hay
remordimientos, recuerdos, la instintiva nostalgia de la ociosidad perdida,
el instintivo odio a todo trabajo. Además, las cosas tienden siempre a ir
mal al principio, sobre todo en lo que atañe a irritables menudencias. Y
está también el persistente pensamiento de que a uno le aguarda todo un año
de vida más o menos dura, pues en el ayer del mar era rara la travesía con
rumbo sur que no supusiera menos de doce meses. Sí, se necesitaban unos
cuantos días tras la marcación de la Partida para que la tripulación de un
buque se instalara en sus puestos y la apaciguadora rutina de la navegación
en alta mar implantara su beneficioso vaivén.
 
La rutina del barco es una medicina excelente para los corazones dolidos y
también para las cabezas doloridas; yo la he visto calmar - al menos durante
cierto tiempo- a los espíritus más turbulentos. Hay salud en ella, y paz, y
satisfacción por la ronda cumplida; porque cada día de la vida del barco
parece cerrar un círculo dentro de la inmensa esfera del horizonte marino.
La majestuosa monotonía del mar le presta su similitud y con ella una cierta
dignidad. Quien ama el mar ama asimismo la rutina del barco.
 
En ningún sitio se hunden en el pasado los días, las semanas y los meses más
rápidamente que en el mar: Parecen quedar atrás con tanta facilidad como las
ligeras burbujas de aire en los remolinos de la estela del barco, y
desvanecerse en un gran silencio por el que el navío avanza con una suerte
de mágico efecto. Pasan y desaparecen, los días, las semanas, los meses.
Nada salvo un temporal puede perturbar la ordenada vida del barco; y el
hechizo de inalterable monotonía que parece haber caído sobre las voces
mismas de sus tripulantes se ve roto tan solo por la cercana perspectiva de
una Recalada. 
 
El espíritu del capitán del barco vuelve entonces a sentirse vivamente
agitado. Mas no se ve impelido a buscar el aislamiento y permanecer, oculto
e inerte, encerrado en su pequeño camarote con el solo consuelo de un buen
apetito estrictamente corporal. Cuando se está a punto de divisar tierra, el
espíritu del Capitán del barco se ve atormentado por un invencible
desasosiego. Parece incapaz de aguantar muchos segundos seguidos en el
camarote, saldrá a cubierta y mirará hacia delante, aguzando cada vez más la
vista a medida que se vaya aproximando el momento señalado. Se mantiene
vigorosamente sometido a un esfuerzo de vigilancia excesiva. Mientras tanto,
el cuerpo del Capitán del barco va debilitándose a consecuencia de su falta
de apetito; al menos tal es mi experiencia, aunque "debilitándose" no sea
tal vez la palabra exacta. Diría, más bien, que se espiritualiza al
desentenderse de la comida, el sueño, y todas las comodidades habituales, en
la medida en que las hay, de la vida marinera. En uno o dos casos he visto a
ese desapego hacia las necesidades más ordinarias de la existencia quedar
lamentablemente incompleto en lo que respecta a la cuestión de la bebida.
 
Pero estos dos casos eran, hablando con propiedad, patológicos, y los únicos
a lo largo de toda mi experiencia marítima. En uno de tales casos de ansia
imperiosa de estimulantes, que se manifestó por verdadera angustia, no puedo
decir que las cualidades propias de un buen marinero se vieran en aquel
hombre mermadas en lo más mínimo. Sucedió, además, en una ocasión
enormemente angustiosa, la tierra avistada de repente, ya al lado el buque
en una posición errónea, con tiempo cerrado y en medio de un temporal que
soplaba en dirección a la costa. Al bajar, poco después, para hablar con él,
tuve la mala suerte de sorprender a mi capitán en el mismísimo acto de
descorchar apresuradamente una botella. Aquella imagen, puedo asegurarlo, me
conturbó tremendamente. Conocía de sobra la naturaleza, sensible hasta lo
enfermizo, del hombre. Por fortuna, logré arreglármelas para retroceder sin
ser visto y, procurando hacer el mayor ruido posible con mis botas de
marinero al pie de la escala que conducía al camarote, llevé a cabo una
segunda entrada. Pero de no haber sido por aquella inesperada y momentánea
visión, ninguna de sus acciones a lo largo de las veinticuatro horas
siguientes habría podido infundirme la más leve sospecha de que sus nervios
no andaban del todo bien. 

11 de agosto de 2008

artículo "¿Está Internet volviéndonos locos?"

“Antes era un buceador en el mar de las palabras. Ahora sobrevuelo la superficie como en un Jet Ski”. Quien escribe es Nicholas Carr, ex director de la Harvard Bussiness Review, en The Atlantic Monthly, una de las revistas más leídas por la élite progresista estadounidense. Provocativamente titulado “¿Está Google volviéndonos tontos?”, sus reflexiones han dado mucho de que hablar.


“Tengo la sensación –dice Carr– de que internet está entumeciendo mi capacidad de concentración y de observación. Mi mente se está acostumbrando a recoger información tal y como la distribuye la red: un flujo de minúsculas partículas que se mueven a gran velocidad”.


El temor de Carr no se refiere a los contenidos de la web. Va más allá. Su preocupación reside en que ésta puede estar dañando nuestros mecanismos mentales. Le inquieta el modo de leer propio del internauta, la manera y los criterios de seleccionar, de memorizar y, más aún, el efecto demoledor que podría tener sobre la capacidad de concentración.


“Antes yo no pensaba como pensaba, pero sentía que mi conocimiento se fortalecía al leer. Sumergirme en un libro o en un artículo de fondo resultaba fácil. Mi mente podía seguir la narración o los giros del argumento, y podía gastar horas recorriendo los vericuetos de la prosa”. Así recuerda Carr los felices tiempos anteriores a la glaciación de internet.


“Aquello me resulta cada vez más extraño. Ahora mi concentración comienza a dispersarse después de dos o tres páginas. Me pongo inquieto, pierdo el hilo, comienzo a buscar cosas que hacer”.


La lectura pierde parte de su sereno encanto: “Siento que mi cerebro va a la deriva, que tengo que arrastrarlo para que vuelva al texto. La lectura profunda que solía venir naturalmente se ha convertido en una lucha”.


El autor no pretende encender alarmas gratuitas e incendiarias, sino alertar sobre una dolencia que reclama soluciones. Sostiene que se trata de algo generalizado y, de hecho, se apoya en entrevistas a otros intelectuales internautas que comparten su turbación ante el fenómeno.


Así, Bruce Friedman, editor de un blog especializado en medicina, dice que también él ha notado cómo internet está alterando sus hábitos mentales: “Tengo ahora casi totalmente perdida la capacidad de leer y asimilar un artículo largo en la web o en forma impresa”.


Carr recoge el relato personal de este patólogo de la Michigan Medical School, quien afirmaba también que ahora es capaz de escanear breves pasajes de texto en múltiples fuentes de internet, pero “ya no puedo leer Guerra y paz (…). He perdido la capacidad de hacerlo –admitía Friedman–. Incluso una entrada en el blog, de más de tres o cuatro párrafos, es demasiado para asimilarlo”.


Base científica


Carr reconoce que no hay una base científica sólida en la que apoyar sus afirmaciones, que sólo pretende describir sus sensaciones y expresar sus miedos. No obstante, alude a algunos estudios, como el realizado por académicos de la University College London.


Como parte de un programa de cinco años de investigación, los investigadores examinaron el comportamiento de los visitantes a dos populares sitios de investigación: la British Library y otra biblioteca virtual auspiciada por el Ministerio de Educación británico. Ambos ofrecen acceso on line a artículos de revistas, libros electrónicos, etcétera.


Según explica el autor, “descubrieron que las personas que utilizan los sitios exhiben una forma de actividad superficial, saltando de una fuente a otra, y que rara vez regresan a una fuente ya visitada”. Los usuarios no solían leer más de una o dos páginas de un artículo o un libro antes de “rebotar” a otro sitio.


Nicholas Carr cita también las opiniones de Maryanne Wolf, psicóloga de la Tufts University de Boston. A Wolf le preocupa que el estilo de lectura promovido por la red, pone la eficiencia y la inmediatez por encima de todo. “Esto puede debilitar nuestra capacidad para el tipo de lectura profunda que surgió con la tecnología anterior, la imprenta”.

Para Wolf, lo que está en peligro es nuestra capacidad de abstracción, nuestra capacidad para interpretar el texto, para ejercitar las valiosas conexiones mentales que trabajan cuando leemos profundamente y sin distracción.

Adaptación tecnológica

Pero no todo son valoraciones pesimistas en el artículo del Atlantic. De hecho, anima a los lectores a ser “escépticos de su escepticismo”. Carr fundamenta en la opinión de otros expertos que la enorme plasticidad del cerebro puede llevar a que éste se conforme de manera adecuada a las características de un nuevo modo de leer que conlleva el uso de las nuevas tecnologías. En esta línea, se refiere a cómo algunos medios escritos se contagian de la lógica de lectura on line y fundamentan sus estrategias en estos nuevos modos de leer.


“En marzo de este año, The New York Times decidió dedicar la segunda y tercera páginas de cada edición a unos breves resúmenes de sus artículos de interior. El ejecutor de este rediseño, Tom Bodkin, explicó que esos ‘atajos’ darían a los lectores una rápida ‘degustación’ de las noticias del día, ahorrándoles el ‘menos eficiente’ método de hojear las páginas”.


La opinión expresada por Carr en el Atlantic ha recibido importantes apoyos en el mundo intelectual. Por ejemplo, el Pullitzer, Leonard Pitts, escribía recientemente en el Miami Herald que “al leer el artículo he descubierto que no soy sólo yo quien está perdiendo el hábito de la lectura. A menudo logro sólo digerir textos en pequeños bloques. Comienzo un texto de más páginas y enseguida me asalta un deseo irrefrenable de echar un vistazo a mi correo electrónico. Es todo así de disperso”.


Pitts contaba un expresivo testimonio al respecto: “Hace unos días me pidieron que reseñara un libro. Tenía poquísimo tiempo para leerlo. Ha sido una fatiga tremenda, pero me impuse permanecer durante horas sentado en una silla incomodísima. Lo he conseguido, pero al final tenía una sensación de vacío, de culpa por haberme alejado por tanto tiempo del mundo”.

Soneto de Lope de Vega


Desmayarse, atreverse, estar furioso

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso.


No hallar fuera del bien centro y reposo,

mostrarse alegre, triste, humilde,

altivo, enojado, valiente, fugitivo,

satisfecho, ofendido, receloso.


Huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor suave,

olvidar el provecho, amar al daño.


Creer que el cielo en un infierno cabe,

dar la vida y el alma a un desengaño,

esto es AMOR, quien lo probó lo sabe.



Félix Lope de Vega y Carpio

21 de julio de 2008

Cantata para Octavio Paz, de Oscar Wong

CANTATA PARA OCTAVIO PAZ


In memoriam



El umbral, un balbuceo.

La mordida feroz de la penumbra.

Y el Poeta, ígneo corazón fecundo,

torna a la ceniza, al denso laberinto del origen.


Gotea, cual badajo, la Palabra.

Crepita un rayo seco sobre el llano.


Cual sedienta higuera

Octavio Paz musita

en el telar perverso del vacío.

(Y la mirada, dócil

-musgo lastimado por la espina-

se doblega).

Ahora crece, fugitivo,

en la memoria fértil del verano

como cristal multiplicado que retumba

en el fulgor irrepetible del Poema.


Ciudad de México, abril 19 de 1998.


ÓSCAR WONG

Año nuevo

(por Rubén Darío)


A las doce de la noche, por las puertas de la gloria

y al fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre,

sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria,

San Silvestre.

Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara,

de que son bellos diamantes Sirio, Arturo y Orión;

y el anillo de su diestra hecho cual si fuese para

Salomón.

Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina,

y su capa raras piedras de una ilustre Visapur;

y colgada sobre el pecho resplandece la divina

Cruz del Sur.

Va el pontífice hacia Oriente; ¿va a encontrar el áureo barco

donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero?

Ya la aljaba de Diciembre se fue toda por el arco

del Arquero.

A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno

el inmenso Sagitario no se cansa de flechar;

le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco invierno

y le cubre los riñones el vellón azul del mar.

Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora;

doce aljabas cada año para él trae el rey Enero;

en la sombra se destaca la figura vencedora

del Arquero.

Al redor de la figura del gigante se oye el vuelo

misterioso y fugitivo de las almas que se van,

y el ruido con que pasa por la bóveda del cielo

con sus alas membranosas el murciélago Satán.

San Silvestre, bajo el palio de un zodíaco de virtudes,

del celeste Vaticano se detiene en los umbrales

mientras himnos y motetes canta un coro de laúdes

inmortales.

Reza el santo y pontifica y al mirar que viene el barco

donde en triunfo llega Enero,

ante Dios bendice al mundo y su brazo abarca el arco

y el Arquero.

poemas varios de Eugenio Montejo

LA POESÍA


La poesía cruza la tierra sola,

apoya su voz en el dolor del mundo

y nada pide

ni siquiera palabras.


Llega de lejos y sin hora, nunca avisa;

tiene la llave de la puerta.

Al entrar siempre se detiene a mirarnos.

Después abre su mano y nos entrega

una flor o un guijarro, algo secreto,

pero tan intenso que el corazón palpita

demasiado veloz. Y despertamos.




De su libro Terredad, "Provisorio epitafio":


No me despido en una piedra

ilegible a la sombra del musgo,

--voy a nacer en otra parte.


Es provisorio mi epitafio,

quedan líneas en blanco

que alguien podrá llenar más tarde;

son cifras de otra vida, no de muerte,

son una partida futura

de nacimiento


Ignoro adónde voy,

de qué planeta seré huésped,

a partir de cuál forma de materia

--carbón, sílex, titanio--

me explicaré después por aerolitos,

hablaré desde el agua.


No digo adiós en una piedra,

provisoriamente la dejo desnuda.

Lo que nadie imagina es lo más práctico





DURA MENOS UN HOMBRE QUE UNA VELA...

Dura menos un hombre que una vela

pero la tierra prefiere su lumbre

para seguir el paso de los astros.

Dura menos que un árbol,

que una piedra,

se anochece ante el viento más leve,

con un soplo se apaga.

Dura menos un pájaro,

que un pez fuera del agua,

casi no tiene tiempo de nacer,

da unas vueltas al sol y se borra

entre las sombras de las horas

hasta que sus huesos en el polvo

se mezclan con el viento,

y sin embargo, cuando parte

siempre deja la tierra más clara.

6 de julio de 2008

Unidad en ella, de Vicente Alexaindre

UNIDAD EN ELLA

Cuerpo feliz que fluye entre mis manos, 
rostro amado donde contemplo el mundo, 
donde graciosos pájaros se copian fugitivos, 
volando a la región donde nada se olvida.

Tu forma externa, diamante o rubí duro, 
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra, 
cráter que me convoca con su música íntima, con esa 
indescifrable llamada de tus dientes.

Muero porque me arrojo, porque quiero morir, 
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera 
no es mío, sino el caliente aliento 
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.

Deja, deja que mire, teñido del amor, 
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida, 
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas 
donde muero y renuncio a vivir para siempre.

Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo, 
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente 
que regando encerrada bellos miembros extremos 
siente así los hermosos límites de la vida.

Este beso en tus labios como una lenta espina, 
como un mar que voló hecho un espejo, 
como el brillo de un ala, 
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo, 
un crepitar de la luz vengadora, 
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza, 
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.

5 de junio de 2008

Diez mandamientos de NIetzsche

Diez mandamientos para aquél que desee escribir con estilo

 Friedritch Nietzsche


 Lo que importa más es la vida: el estilo debe vivir.


 El estilo debe ser apropiado a tu persona, en función de una persona

 determinada a la que quieres comunicar tu pensamiento.


 Antes de tomar la pluma, hay que saber exactamente cómo se expresaría de

 viva voz lo que se tiene que decir. Escribir debe ser sólo una imitación.


 El escritor está lejos de poseer todos los medios del orador. Debe, pues,

 inspirarse en una forma de discurso muy expresiva. Su reflejo escrito parecerá

 de todos modos mucho más apagado que su modelo.


 La riqueza de la vida se traduce por la riqueza de los gestos. Hay que

 aprender a considerar todo como un gesto: la longitud y la cesura de las

 frases, la puntuación, las respiraciones; También la elección de las palabras,

 y la sucesión de los argumentos.


 Cuidado con el período. Sólo tienen derecho a él aquellos que tienen la

 respiración muy larga hablando. Para la mayor parte, el período es tan sólo

 una afectación.


 El estilo debe mostrar que uno cree en sus pensamientos, no sólo que los

 piensa, sino que los siente.


 Cuanto más abstracta es la verdad que se quiere enseñar, más importante es

 hacer converger hacia ella todos los sentidos del lector.


 El tacto del buen prosista en la elección de sus medios consiste en

 aproximarse a la poesía hasta rozarla, pero sin franquear jamás el límite que

 la separa.


 No es sensato ni hábil privar al lector de sus refutaciones más fáciles; es

 muy sensato y muy hábil, por el contrario, dejarle el cuidado de formular él

 mismo la última palabra de nuestra sabiduría.

2 de junio de 2008

Borges y Rulfo


Rulfo: Maestro, soy yo, Rulfo. Que bueno que ya llegó. Usted sabe como lo estimamos y lo admiramos.

Borges: Finalmente, Rulfo. Ya no puedo ver a un país1, pero lo puedo escuchar. Y escucho tanta amabilidad. Ya había olvidado la verdadera dimensión de esta gran costumbre. Pero no me llame Borges y menos 'maestro', dígame Jorge Luis.

Rulfo: Que amable. Usted dígame entonces Juan.

Borges: Le voy a ser sincero. Me gusta más Juan que Jorge Luis, con sus cuatro letras tan breves y tan definitivas. La brevedad ha sido siempre una de mis predilecciones.

Rulfo: No, eso sí que no. Juan, cualquiera, pero Jorge Luis, sólo Borges.

Borges: Usted tan atento como siempre. Dígame, ¿cómo ha estado últimamente?

Rulfo: ¿Yo? Pues muriéndome, muriéndome por ahí.

Borges: Entonces no le ha ido tan mal.

Rulfo: ¿Cómo así?

Borges: Imagínese, don Juan, lo desdichado que seríamos si fuéramos inmortales.

Rulfo: Sí, verdad. Después anda uno por ahí muerto haciendo como si estuviera uno vivo.

Borges: Le voy a confesar un secreto. Mi abuelo, el general, decía que no se llamaba Borges, que su nombre verdadero era otro, secreto. Sospecho que se llamaba Pedro Páramo. Yo entonces soy una reedición de lo que usted escribió sobre los de Comala.

Rulfo: Así ya me puedo morir en serio. 


(1) Borges ya estaba ciego.



20 de mayo de 2008

Entrevista a Victor Olguin

De Milenio

Saludos.

 

A cuento con los preguntones

 

   


Por Israel Morales 


El autor que nació en San Luis y radica en la ciudad desde hace años nos platica de su experiencia de escribirle a los niños, y cómo es que le llegaron los premios.


A Víctor Olguín lo traemos a cuento por adentrarse en la infancia y dotar a los pequeños de historias, algunas de ellas recibieron el premio Nacional de Cuento Infantil Juan de la Cabada 2006 de Campeche, lo que le valdría la publicación de Cuentos contenidos (Editorial Patria Cultural), aunque ya antes había hecho un libro editado de manera independiente: Si las arañas te picaran, ya con esa inquietud de fijar su trabajo en los pequeños.


En noviembre del 2006 también le llegó otro premio: el tercer lugar de Cuento Breve CRIPIL Nuevo León. “Invitados especiales” fue el título de ese cuento de 200 palabras, también con cierta ironía y juego, aunque más de niño grande.


Y ahora está involucrado en proyectos diversos, aunque siempre con la intención de seguir cultivando obras para niños, porque sabe, siempre dan frutos. Víctor Olguín se apodera de la mirada infantil y da pinceladas de los pequeñines.


Los niños son los niños, no hay vuelta de hoja ni secretos, y para captar sus niveles de asombro hay que ser niño en toda la extensión de la palabra, y además escucharlos, responder a sus preguntas, ya que no hay nada como un niño inquieto y sobre todo dispuesto a hojear los libros.


¿Cómo te sientes de haber tenido en poco tiempo dos premios importantes, uno de ellos dentro de la literatura infantil?


En un primer momento hay desconcierto. Llegas a pensar que todo lo que escribas va a ganar algo, que tienes que rescatar lo que escribiste antes porque es genial y que por fin el mundo se dio cuenta de que eres don Chinguetas. Ese momento es peligroso, algunos se quedan ahí y ya no bajan. En mi caso pesó más la conciencia que tengo de que apenas estoy empezando. Sé que me falta mucho por leer y por aprender. Mi escritura tiene que madurar en todos los sentidos.


El punto en común que tienen ambos premios es el humor, ¿cómo le das su sitio tanto en el cuento con el que ganaste el tercer lugar como en la obra que te mereció el Premio Juan de la Cabada?


El elemento lúdico es fundamental, sobre todo en la literatura infantil. No confío en algo que no me divierte al escribirlo (y luego al leerlo). He dicho que escribo por diversión y es que mi propia situación ha sido cómica. Me sobé el lomo trabajando muchos años, primero como empleado y luego empeñado en levantar un negocio en medio de las crisis y los fobaproa y todo ese circo que nunca termina. Hasta que, cansado, dije: “Voy a escribir; llevo quince años queriendo hacerlo y esperando a estabilizarme”. Así me acerqué a los talleres de la Casa de la Cultura y empecé. Mis primeros cuentos eran por cierto muy serios, casi moralizantes y los personajes eran rígidos, ceremoniosos. Poco a poco me he venido relajando no sólo en lo que escribo, sino yo mismo como persona. Mi vida cada vez es menos seria. Es como rejuvenecer a medida que envejeces. Por lo demás, es divertido escribir por gusto, como un acto de rebeldía social (y el negocio va bien).


¿De dónde viene el título de Cuentos contenidos?


El nombre de Cuentos contenidos es otra situación cómica. En las bases del concurso nacional no decía que el trabajo debía tener un título englobador. Lo que yo hice fue enlistar los cuentos en la portada con el encabezado “Cuentos contenidos”, igual que pude haber puesto “Índice”. Al darse a conocer los premios nacionales alguien asumió que ése era el título de la obra. Así se quedó y ése es el título del libro porque fue como se asentó en las actas. He pasado horas tratando de idear una fundamentación filosófica, profunda, para justificar ese nombre que a nadie se le hubiera ocurrido.


¿Y cómo se fue concibiendo hasta llegar a este volumen premiado?


Se trata de seis cuentos que nacieron en un taller organizado por el CRIPIL e impartido por Ana Luisa Anza a principios del 2006. Yo iba a lo mío, buscando el pretexto para escribir una colección de cuentos; y el pretexto fue cada ejercicio que Ana Luisa nos puso. El tallereo ahí me ayudó mucho, y se complementó con el del Taller del Barrio Antiguo, donde me reúno desde que éste se inició en el 2002. Fue un trabajo arduo y muy divertido, someter cada cuento a las críticas, discernir los comentarios, aplicarlos y ver crecer cada texto. Esa es una de las habilidades que reconozco en mí: saber recibir las críticas, elegir las que enriquecen el texto y traducirlas, integrarlas a la historia.


¿De dónde captas ese universo infantil, de dónde te viene para plasmar esa riqueza y perspicacias de los pequeños?


De la observación constante. He tenido el privilegio de convivir con niños durante los últimos veinte años de mi vida. Mis hermanas, principalmente, han sido excelentes proveedoras. Es un impulso espontáneo e inconsciente de convertirme en niño cada vez que tengo un niño enfrente. Me resulta completamente natural captar su mundo, entrar en él. Me fascina la simpleza con que ven la realidad, lo directo de su lenguaje y la genialidad de sus preguntas. Ahora lo veo incluso como una terapia (paidoterapia): convertirse en niño ante la menor oportunidad. El problema es que en el rol actual de vida, impuesto por el esquema posmoderno, los niños son cada vez menos niños, cada vez juegan menos, hacen poco deporte, su contacto con la naturaleza y con las actividades manuales se han reducido a lo mínimo; son cada vez menos activos, cuando la actividad, la energía, es algo connatural al ser niño. El típico niño actual se divierte en el sofá, come mucha basura y físicamente es torpe. Por eso es importante el papel de la lectura y el arte, sin dar por perdido el aspecto físico. Ahí tenemos una tarea interesante que reclama nuestra habilidad seductora, el elemento lúdico del que hablo.


Tus personajes: Filio, Molcas, entre otros, ¿cómo están delineados?


Filio que quiere decir hijo, entonces cualquier niño, cualquier hijo, viene de mi primer libro Si las arañas te picaran, que publiqué de manera independiente en el 2005. Ahí nace y es el personaje más constante en los cuentos que he escrito hasta ahora, luego está su hermana Ifigenia y por ahí se va perfilando Molcas, el hermanito que está por nacer. Filio significa hijo, es cualquier niño, cualquier hijo. No tiene un carácter personal, más bien encarna todas esas cualidades del niño: la frescura, la inocencia, la espontaneidad, la pregunta inesperada, la ocurrencia absurda, pero lógica.


¿Y de dónde te nació hacer un libro de manera independiente, como el que mencionas de Si las arañas te picaran?


En el 2005 me di cuenta de que ya tenía suficientes cuentos como para publicar un libro bajo el tema infantil. Puse a mis sobrinos a hacer las ilustraciones. Juan Manuel Carreño hizo el boceto; un amigo me ayudó con el diseño. Una ONG con la que colaboro consiguió la impresión con un tiraje de 450 ejemplares. Así fue como publiqué Si las arañas te picaran, mi primer libro. Las presentaciones fueron en la Biblioteca Central, con Dolores Hernández y Graciela España; en la Capilla Alfonsina, con Lety Damm, Zacarías Jiménez y Juan Manuel Carreño; y en El Blanqueo, con Margarito Cuéllar, Romualdo Gallegos y Guillermo Berrones.


Hay una dicotomía en tu obra infantil: la realidad de la anécdota viva y la ciencia ficción como las de “El gigantón glotón” o “El Libro mágico”. ¿Por qué esas dos temáticas en tu obra?


Yo no le llamaría dicotomía. Lo es para nuestro criterio de adultos; para el niño ambas temáticas aluden a su mundo. La ciencia ficción está vigente, basta echar un vistazo a las caricaturas de la televisión, o a superproducciones como El Hombre Araña. Bueno… en este caso, quizá sí marco una dicotomía al escribir, por ejemplo, Si las arañas te picaran, donde se plantea una situación real, la de un niño que, deseoso de ser el Hombre Araña, anda buscando que le pique una araña. Visto así, sí busco marcar una dicotomía, al escribir historias que desde la realidad cuestionen los falsos valores propuestos por algunos cuentos clásicos de ficción. Actualmente estoy reescribiendo la historia de Cenicienta, bajo esta perspectiva.


¿Y qué encontrará el lector en tus cuentos?


Lo que el lector encontrará en Cuentos contenidos son tres historias de ficción, con gigantes, duendes y monstruos; y tres historias donde los personajes (Filio e Ifigenia) viven situaciones de la vida cotidiana. Sin embargo, detrás de cada cuento, incluidos los de fantasía, hay siempre una referencia a la realidad. Así, El gigantón glotón trata de los peligros que acechan a los niños en la actualidad; La Luna de María plantea la relación de dos hermanos que viven “de la greña” y a la vez quieren llevarse bien; y El libro mágico revela los mundos fantásticos a los que se puede viajar a través de la lectura.


Con el El libro mágico se puede hablar incluso de uno de los derechos de los niños, que es el derecho a la lectura, el cual cumples tanto en tu obra literaria como en la vida diaria, con tus sobrinos, que como has mencionado, son personajes de tus libros y que, cuando se dieron cuenta, acudieron a la lectura no sólo de tus cuentos, sino de otros libros. ¿Cómo sientes esta parte importante del mundo infantil, el de la lectura?


Es fundamental que lo niños tengan la oportunidad de entusiasmarse por la lectura. El libro mágico trata de hacer eso, pero también plantea el derecho a no leer. Lo que yo he notado es que los niños heredan de sus padres o figuras de autoridad la modalidad de ese derecho. Si los padres leen, los niños lo aprenden como algo natural; pero si los padres no leen, es dificilísimo que los niños se vuelvan lectores, aunque se dan afortunadas excepciones. Las investigaciones dicen que la escuela no les ayuda mucho, porque los niños aprenden a leer mecánicamente, sin comprender. Eso a cualquiera lo fastidia inmediatamente. Entonces hay que promover también el hábito de la lectura en los padres, siquiera como un hábito funcional, por su repercusión en los niños.


Los personajes de tus libros son además preguntones, pero como todo pequeño a quien las dudas se resuelven o quedan en veremos, como se da en el mundo de los infantes, ¿qué me dices de esta línea narrativa?


El niño es preguntón por naturaleza, eso todos lo sabemos. La capacidad de asombro se traduce en preguntas. El cuestionamiento constante (las preguntas más que las respuestas) hace madurar nuestra conciencia. Los maestros y los padres de familia se encargan generalmente de quitarnos lo preguntón (y los medios de comunicación, al adormecernos). Esa es una pérdida terrible, pero es el diseño de la sociedad: un niño que pregunta, fastidia; un ciudadano que cuestiona, es una amenaza para el orden impuesto. La actitud de preguntar, de indagar y cuestionar, me parece esencial en un individuo libre, dueño de un criterio propio, por eso es un ingrediente constante en las historias que escribo.


¿Qué sigue para Víctor?


Parte de ese gusto por hacer lo que me gusta, es que trabajo a la vez en proyectos de distinto género. Estoy terminando un guión de cine en el que llevo ya dos años. Lo tallereo en un grupo que coordina Víctor Saca, con quien colaboré ya en un cortometraje y hay planes de participar en una producción de largo, en funciones de fotografía. Desde hace dos años tengo pendiente concluir una novela que inicié en un taller impartido por Élmer Mendoza y que desarrollé en el Taller del Bario Antiguo. Pero el compromiso con la literatura infantil es constante. Además de varios cuentos, hay en proceso una novela corta que representa una experiencia nueva, emocionante.


* Para qué sirve la tangente


A Lesly


─ ¡Papi! ¡Una omiga!


─ ¿Dónde?


 ─ ¡Míala! Allí va caminano.


 ─ Ah, de veras. Vente para acá.


─ ¿A óne va l’omiga papi?


─ Pues… ha de ir a su casa.


─ ¿A chu casha? ¿Óne vive?


─ Allá, en un agujero.


─ ¿Po qué vive a un agujello?


─ Porque las hormigas viven en un agujerito.


 ─ A velo, vamosh ¿Óne tá l’agujellito?


─ Allá en el jardín.


─ ¿En e jallín? ¿Y qué lleva callando?


─ Lleva una semilla.


 ─ ¿Y po qué no she cae chemilla?


─ Porque la hormiga es muy fuerte y la agarra bien.


─ ¿Po qué?


─ Ven, mejor vamos a ver las caricaturas.


─ ¿Y no cansha omiga?


 ─ No, no se cansa. Ya empezaron las caricaturas.


─ ¿Po qué lleva chemilla, papi?


─ Porque les lleva de comer a sus hormiguitas.


─ ¿Po qué?


─ Porque las hormiguitas comen semillas.


─ ¿Óne tán omiguitash?


─ Allá en su casa. En el agujerito.


─ ¿Allá no hay chemillash?


─ Sí, pero éstas les gustan más a las hormiguitas.


─ ¿Omiguitash tán bebitash?


─ Sí.


─ ¿Son lash hijitash?


─ Sí, las hormiguitas son sus hijitas.


─ ¿Y e papá?


─ El papá… está trabajando.


─ ¿Óne tabaca?


─ En un árbol.


─ ¿En un ábol? ¿Po qué?


─ Porque las hormigas son muy trabajadoras y se suben a los árboles.


─ ¿Cómo tabaca en ábol?


─ Cortando hojas.


─ ¿Ojash? ¿Y cómo cota ojash?


─ Con los dientes.


─ ¿Y po qué cota?


─ ¡Mira, el carro de las nieves! ¿Quieres una?


─ Shí. Quello de chocollate.


─ ¡Uuuff!


*Cuento de Víctor Olguín incluido en su primer libro Si las arañas te picaran.

Por sobre tu hombro, de Mourelle

Por sobre tu hombro



Encontrás. Una idea. O una palabra. Y se te va armando. En la cabeza.

El poema que siempre quisiste. Y decís: ahora sí. Y te sentás.

Entonces. A escribir. O no te sentás. Pero escribís. Primero en la

cabeza. Lugar donde todo se acomoda. Y das en la tecla. Contás con la

memoria. Manera del contar. La tuya. Una de las tuyas. No con los

dedos. Con la memoria. En la cabeza. Acomodando. Hasta que al final

escribís. Esta vez de verdad. Te lo decís varias veces. De verdad.

Escribís. Para que no queden dudas. Esta vez. Pero no hay coincidencia.

A pesar de todo. No la hay. Tanto esfuerzo. Tanto afilar la memoria.

Acomodar la idea. Y no hay coincidencia. Las palabras rechazan el

juego. La danza. No te quieren. Dicen que no sabés cómo llevarlas

adonde les corresponde. Y ahí están. Fuera de la memoria. Duras como

cascotes. Y las leés en voz alta. Viejo truco. Pero no alcanza. No les

alcanza. Tampoco a vos. Te das cuenta. Tu voz en el aire acomoda

también. Como la cabeza. Necesitás otra voz. Una que no tenga piedad.

Una que te quiera tanto que no necesite de la piedad para darte su

amor. La mesa te observa sin hablar. Y el poema no huele. No despega

del papel. De la madera. De la tinta. Está ahí. Chato. Ni siquiera te

mira. Tropieza sin moverse. Atado al anzuelo de aquella idea. Porque la

idea no alcanza. Una idea se muere. Las ideas se mezclan con el aire. Y

el poema sufre. Palabras que sobran. Palabras que no están. La palabra

justa mueve a risa. Pero no importa. Falta lo peor. Las palabras se

resisten a vos. El poema no se mueve. Ni siquiera respira. No te

respira. Y te devuelve una mueca. La tuya. Como una estrella incrustada

en la arena del cielo.


D.R.Mourelle

19 de mayo de 2008

hippie con corbata

si ser hippie es ser rebelde
no veo porqué he de sacarme
la camisa ni los converse 
en vez de mis zapatos

acá en Monterrey
funcionas de corbata

los hippies también andan de corbata

3 de abril de 2008

Alejandra: poema mío...

Alejandra

 

Arde el altar; ha llegado una nueva:

la catedral el iluminado encontró

echa la vida y la muerte, pues confió

jugar en la mesa de la esperanza.

 

Ante la cálida cruz de su vientre,

nuestro Arquitecto las velas encendió:

dales amarres con sagrada intención

rosas y estrellas y espera paciente.

 

Ante la campana, palomas de paz

yacen en lo alto esperando el honor

con el que cruzan la bóveda alta:

 

cielo invadido por su amor, nada más.

Ya de esta alianza se escucha otro rumor:

arderá la llama eterna y santa.

 


Jair García-Guerrero

3 de marzo de 2008

Palindroma

A Ivonne



Amada sea. Yo halle bella hoy. A esa dama.

Yo sin amada dama ni soy.

Amarte solo se trama.


Amo la pareja, Ivonne, Ven. ¿No? Viajera paloma.

No se te ve teson.

Amor...amor es ser o maroma.

25 de febrero de 2008

Poema Con las alas al viento de Elaida Blazquez


Con las alas al viento


Con las alas del alma desplegadas al viento,

desentraño la esencia de mi propia existencia

sin desfallecimiento, y me digo que puedo

como en una constante

y me muero de miedo, pero sigo adelante...


Con las alas del alma desplegadas al viento,

porque aprecio la vida en su justa medida

al amor lo reinvento, y al vivir cada instante

y al gozar cada intento, sé que alcanzo lo grande,

con las alas del alma desplegadas al viento.


Con las alas del alma desplegadas al viento,

más allá del asombro me levanto entre escombros

sin perder el aliento

y me voy de las sombras con algún filamento

y me subo a la alfombra con la magia de un cuento.


Con las alas del alma desplegadas al viento,

atesoro lo humano cuando tiendo las manos

a favor del encuentro por la cosa más pura,

con la cual me alimento por mi pan de ternura,

con las alas del alma desplegadas al viento.


Con las alas del alma desplegadas al viento,

ante cada noticia de estupor, de injusticia,

me desangro por dentro

y me duele la gente, su dolor, sus heridas,

porque así solamente interpreto la vida.


Con las alas del alma desplegadas al viento,

más allá de la historia, de las vidas sin gloria,

sin honor ni sustento

guardaré del que escribe su mejor pensamiento

quiero amar a quien vive con las alas del alma

desplegadas al viento, al viento, al viento...


Eladia Blazquez