Alejandra
Arde el altar; ha llegado una nueva:
la catedral el iluminado encontró
echa la vida y la muerte, pues confió
jugar en la mesa de la esperanza.
Ante la cálida cruz de su vientre,
nuestro Arquitecto las velas encendió:
dales amarres con sagrada intención
rosas y estrellas y espera paciente.
Ante la campana, palomas de paz
yacen en lo alto esperando el honor
con el que cruzan la bóveda alta:
cielo invadido por su amor, nada más.
Ya de esta alianza se escucha otro rumor:
arderá la llama eterna y santa.
Jair García-Guerrero